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P S I C O V I D A

FUENTE DE VIDA

FUENTE DE VIDA El agua es fuente de vida, agua para respirar, agua para comer, agua para llorar, agua para pensar, … El agua es una fuente de energía importante para el ser humano, sin ella, el organismo no podría desarrollar sus funciones básicas.

El agua es el principio de todas las cosas. Está presente en las células del cuerpo y colabora en todas las funciones del organismo. Es vital para el ser humano, y adoptar hábitos que faciliten ese aporte de líquidos es fundamental para mantener la salud.

El cuerpo humano no almacena el agua, por eso, la cantidad que perdemos cada día debe restituirse para garantizar el buen funcionamiento del organismo.

Para cualquier persona sana, la sed es una guía adecuada para tomar agua, excepto para los bebés, los deportistas y la mayoría de las personas enfermas y ancianas. En estos casos, conviene programar momentos para ingerir agua.

Un cuerpo hidratado tiene más del 50% de su peso en agua, el resto se distribuye entre grasa, músculo y huesos.

El contenido de agua en el cuerpo está estrechamente relacionado con el peso, el sexo y la edad. Hay una relación inversa entre lo que pesamos y el agua que tiene nuestro organismo: tenemos menos agua cuanto mayor es nuestro peso.

La edad también marca la cantidad de agua del organismo, a medida que vamos cumpliendo años disminuye. Además, el hombre tiene más agua que la mujer.

Las necesidades corporales de líquido varían según la época del año. En verano, perdemos más líquidos corporales que durante el resto del año. Las elevadas temperaturas, la humedad y una mayor sudoración hacen que necesitemos tomar más líquidos. El agua fresca, los zumos, los helados y las sopas frías son las principales bebidas que necesitamos para saciar la sed.

En invierno, debido a la sensación de frío, tendemos a hidratar menos nuestro cuerpo, por ello, podemos templarnos con bebidas más calientes como caldos, sopas o infusiones.

El organismo también necesita más cantidad de agua cuando sufre mayores pérdidas de líquidos, como durante la práctica de ejercicio intenso, bajo estados febriles o un clima muy húmedo.

Los alimentos que comemos son nuestra segunda fuente de hidratación. Las frutas y verduras pueden alcanzar entre un 80 y un 90% de su peso en agua. Otros alimentos, como la carne, el pescado y el queso tienen valores que van desde el 50% al 70% de agua. En el otro extremo están las harinas, las legumbres y los frutos secos, que son los que menos agua contienen.

Si incluimos estos alimentos en nuestra dieta, ingeriremos de 1 a 1,5 litros de agua casi sin enterarnos. Es decir, que comemos la mitad del agua que nuestro cuerpo necesita al cabo del día.
No todas las aguas son iguales, en función de su origen, tratamiento y composición estaremos bebiendo agua potable, mineral o de manantial.

El agua pura debe ser inodora, incolora e insípida. Al degustar cualquier tipo de agua, ésta deja un ligero sabor en el paladar. Ese sabor casi inapreciable lo confieren los gases disueltos, sales minerales, compuestos orgánicos y microorganismos que tiene el agua en su composición.

Si vivimos en una gran ciudad, el agua potable que sale de tu grifo proviene de fuentes superficiales de agua dulce, como lagos, ríos y embalses. En el caso de viviésemos en una zona rural, el agua puede proceder de pozos cercanos que han bombeado aguas subterráneas, y que a su vez conectan con acuíferos (embalses naturales debajo de la superficie terrestre).

Otro factor que incide en el origen del agua potable son los recursos acuíferos disponibles. Si son escasos, como ocurre en algunas zonas costeras, una alternativa extendida es potabilizar el agua salada. Aunque el coste resulta bastante elevado, es una de las pocas salidas que tienen para garantizar el suministro de agua potable comunidades como las Islas Baleares y las Canarias.

Las aguas minerales naturales son beneficiosas para la salud por su naturaleza. Su origen subterráneo le confiere minerales, oligo-elementos y otros componentes con efectos sobre el cuerpo humano. El agua mineral, según su composición, ayuda a la formación de huesos y dientes, tiene un importante papel en el equilibrio nervioso y trabaja en la coagulación sanguínea y las transmisiones nerviosas, entre otras funciones.

El origen subterráneo de las aguas minerales naturales garantiza su protección frente a la polución química o microbiológica. Desde su extracción hasta que llegan a la mesa, siguen estrictos procesos de control. Por un lado, se emplean equipos en su captación y conducción que preservan al máximo su pureza original. Por otro lado, los operarios que intervienen en su manipulación respetan unas reglas de higiene estrictas. Y por último, el envasado se realiza a pie de manantial para evitar cualquier tipo de contaminación, ya sea en el transporte o durante su manipulación.

Los componentes del agua definen cada tipo e inciden directamente sobre el organismo. Entre las aguas importantes por su función, citaré las siguientes:

AGUAS HIPOSÓDICAS “DIURÉTICAS”. Aguas con bajo contenido en sodio (menos de 20 mg/l). Las dietas de bajo contenido sódico benefician a quienes tienen hipertensión arterial, problemas cardiacos, litiasis, afecciones renales o alteraciones asociadas a retención de líquidos.
AGUAS DE DÉBIL MINERALIZACIÓN. Son aquellas que tienen aportes de calcio inferiores a 150 mg/l y aportes de magnesio de menos de 50 mg/l. Por encima de esos valores, las aguas cálcicas y magnésicas representan una mayor sobrecarga renal. Las aguas de débil mineralización están recomendadas para la elaboración de los preparados alimenticios infantiles y para personas con problemas de riñón.
AGUAS BICARBONATADAS. Su aporte de bicarbonatos supera los 600 mg/l. Tienen efecto neutralizante de la secreción gástrica y estimulan la digestión.

Debemos mantener una alimentación sana y completa y al mismo tiempo favorecer la hidratación a nuestro organismo, ya que la salud si importa porque los años la tienen muy en cuenta.

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