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P S I C O V I D A

LA VOZ QUE DESPERTÓ LAS CONCIENCIAS

LA VOZ QUE DESPERTÓ LAS CONCIENCIAS Las agujas del reloj ya no dejan transcurrir el tiempo. Las voces se silencian porque un único pensamiento controla la mente de Pilar Manjón, la madre coraje que ya no tiene por quien luchar, porque la muerte sin sentido le ha arrebatado todo su aliento de vida.
El luto cubre sus noches y sus días. La luz del sol no consigue tornar la palidez de su rostro. Espesas ojeras alargan su mirada oscura y apagada, pero sus ojos hablan con coraje en un intento de desahogo de la negra tristeza que le invade.
Su figura lánguida y esbelta, da pasos firmes en busca de respuestas a una pregunta imposible de contestar: ¿Por qué?. Esta ya no es sólo una interrogante por una vida, sino por cientos de imágenes tendidas bajo un cielo gris, abandonadas por el terror de un destino que quiso negarles el futuro de sus sueños.
Nació hace cuarenta y siete años, pero el once de marzo del dos mil cuatro dejó de vivir, porque el ritmo de su corazón dejó de latir cerca de su hijo y su mirada se extendió al infinito abriendo una herida que ya no podrán tapar sus manos.
Mujer separada, siempre ha luchado junto a su actual marido por darle a sus dos hijos el cariño y educación que ellos nunca tuvieron. Madre sin límites de responsabilidad, cuidaba de su “sangre” desde la mañana hasta al anochecer. Cuando ya los veía acostados, la protección del hogar los arrullaba en sus sueños, y ella descansaba orgullosa de su familia.
Ahora los amigos han aumentado debido a la trágica lista de damnificados. Los abrazos y los besos son de amor y desconsuelo. Todos ellos forman una piña de coraje y esperanza por recuperar la sonrisa de días pasados, pero la losa del recuerdo se aloja pesada sobre sus almas.
Es la portavoz de la Asociación once de Marzo-Afectados por el Terrorismo. No es la única valiente capaz de reclamar sus derechos y de apoyar a sus compañeros de tan trágico fin, pero fue ella la elegida para reclamar bien alto que aquel día no se puede volver a repetir, y pedir responsabilidades a los dirigentes de un país que no han rendido honor a la verdad.
Las ideologías políticas no la cofunden, despertó conciencias en su comparecencia en la comisión parlamentaria del once de Marzo. De riguroso luto se dirigió a los presentes, no le tembló la voz porque la razón hablaba en cada una de sus palabras. Sus ojos brillantes de pena, regían su desesperanza, su duelo y dolor, en un mensaje lleno de coraje y rabia, intentando negar una realidad que ella misma protagonizaba.
Su hijo Daniel murió en el tren que le llevaba a la universidad, cuántas veces su madre a rememorado aquella mañana en la que le decía adiós a su hijo para siempre. Sus fotos sonríen y cuentan su corta historia de niño a joven, cuando una fecha imposible de borrar derramó la sangre de sus venas.
Pilar Manjón no puede callar, su alma y su pecho lanzan alaridos de dolor. No confía que el tiempo le cure las heridas, porque no pueden curarse cuando está roto el corazón. No obstante, mira al frente, a un futuro lleno de nostalgia por su hijo, por las vidas que no conoció y perecieron junto a él. Está unida profundamente por la tristeza de cientos de familias como la suya, incapaces de agotar las lágrimas de tanto amor perdido, aunque jamás será olvidado.
Pero Pilar Manjón no viaja sola en su desdicha. Busca consuelo en los compañeros de tan largo duelo, en profesionales que intentan aliviar, si es que se puede, un pasado tan presente. Siempre lleva, abrazado a su mano, el reloj de su hijo, que sigue marcando las horas que debía haber vivido.
No es el rencor lo que la mueve, ni la ira, es la impotencia de no poder haber cambiado un momento tan esencial, porque se niega a reconocer que tuvo que dejar escapar a quien tanto quiere.
No puedo evitar citar sus palabras, en este pequeño homenaje a una mujer luchadora y valiente como tantas y tantos que están representados en ella: “Quien pierde a su compañero-a es viudo-a, quien pierde a sus padres es huérfano, pero quien pierde a un hijo, todavía no hay quien lo haya definido”.
Pilar, nunca caminaréis solos, porque la solidaridad y la esperanza siempre os tenderá la mano. Tampoco los olvidamos.

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